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sábado, 10 de octubre de 2009

Yo ya soy duro de oído

Y además no hago botellón. Y si lo hiciese algún día acabaría por comprender que es justo que te impidan estar martirizando a toda una vecindad periódicamente y sin posibilidad para ellos de evitarlo. Así que lo tengo claro, mientras no exista ninguna ley que me lo impida, si por un casual la puerta de mi casa se convierte en lugar de reunión para jovencitos turbulentos con ganas de emborracharse a bajo coste no dudaré en comprar uno de esos mosquitos y utilizarlo a discreción fuera de la vivienda para tratar de que mis hijas puedan dormir tranquilamente aunque sea después de molestar un rato sus tiernos oídos (los de mis hijas y los de otros niños que viven en el vecindario). Mejor eso que la alternativa de no pegar ojo noche tras noche.
El hecho de que quieran prohibirlo -y de hecho ya haya sido prohibido en algún país- alegando que es un atentado contra los derechos de los jóvenes me parece una necedad motivada porque los botelloneros serán unos cabrones sin la más mínima compasión por los vecinos que necesitan dormir (sean de la edad que sean, desde bebés a ancianos), pero votan. No estoy en contra de regular su utilización, porque se me ocurren muchos usos menos justificados, incluso se me ocurre que cada aparatillo podría tener su firma acústica asociada al nombre del comprador para responder de abusos pero ¿prohibirlo? ¡anda ya! ¡a ensuciar y a molestar a su puta casa! ¡guarros egoístas!


¿Que exagero? ¡ja!



























(Fotografías tomadas de El País, Telecinco, hoy.es, absolutalicante.com y La Voz de Galicia)

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